IMÁGENES DE LA “BLANQUITUD”
Es una Solicitación o un requerimiento ético emanado de la economía. “Espíritu del capitalismo” hace la vida practica moderna. Según Max Weber, el ethos que solicita el capitalismo es un ethos de entrega al trabajo, de conducta moderada y virtuosa, de racionalidad productiva, de búsqueda de beneficio estable y continuo.
Para Weber el capitalismo es el cristianismo protestante, dejó planteada la idea de que la capacidad de corresponder a la solicitación ética de la modernidad capitalista.
Las reflexiones representadas intentan problematizar este planteamiento de Weber a partir del conocimiento de un racismo constitutivo de la modernidad capitalista, un racismo que exige la presencia de una blanquitud de orden ético o civilizatorio.
Se puede hablar de un grado cero de la identidad concreta del ser humano moderno. La santidad económico-religiosa que define a este grado cero de la identidad humana moderno-captalista, que caracteriza a este nuevo tipo de ser humano, es una santidad. Pero no solo en este dato, sino también se hace manifiesta en la imagen que corresponde a esa santidad evidente, en todo el conjunto de rasgos visibles que acompañan a la productividad. Por el color o la cultura, es una identidad que no puede dejar de incluir, un rasgo muy especial al que podemos llamar blanquitud. La nacionalidad moderna, cualquiera que sea, incluso la de estados de población no-blanca, requiere la blanquitud de sus miembros.
La base huma de las poblaciones raciales e identitariamente blancas de noreste europeo; hecho que hizo que la apariencia blanca de esas poblaciones se asimilara a esa visibilidad indispensable, que mencionaba La santidad. El rasgo identitario-civilizatorio por blanquitud se consolida en la historia real, de manera casual o arbitraria sobre la base de la apariencia étnica de la población europea noroccidental, sobre todo el trasfondo de una blancura racial.
Los santos visibles eran también además de todo, de usos y de costumbres blancos abandonó su factualidad y pasó a convertirse en una condición imprescindible. A todos los individuos de color o simplemente ajenos, no occidentales. La blanquitud permitió que su orden étnico se subordinara al orden identitario que le impuso la modernidad capitalista cuando la incluyo como elemento del nuevo tipo de humanidad promovido por ella.
Podemos llamar blanquitud a la visibilidad de la identidad ética capitalista. Puede decirse, entonces, que un racismo identitario, promotor de la blanquitud civilizatoria, que no de la blancura étnica, es decir, un racismo tolerante, dispuesto a aceptar un buen numero de rasgos raciales y culturales.
La intolerancia que caracteriza al racismo identitari-civilizatorio es mucho más elaborada que la del racismo étnico. El racismo de la blanquitud solo exige que la interiorización del ethos capitalista se haga manifiesta de alguna manera. Los rasgos biológicos de una blancura racial son una expresión necesaria pero no suficiente de esa interiorización.
En los países nórdicos del capitalismo más desarrollado, ha fracasado siempre en su empeño de alcanzar una blanquitud plena. Los negros, los orientales o los latinos que dan muestra de buen comportamiento pasan a participar en la blanquitud, incluso llegan a ser participes de la blancura.
El racismo étnico de la blancura, aparentemente superado por y en el racismo civilizatorio o ético de la blanquitud, se encuentra siempre listo para retomar su protagonismo tendencialmente discriminador y eliminador del otro, siempre dispuesto a reavivar su programa genocida. Los mass media no se cansan de recordar, de manera solapadamente amenazante, el hecho de que la blancura acecha por debajo de la blanquitud.
A comienzos del siglo XX, la gran mayoría de los alemanes de origen judío cumplían con las exigencias de la blanquitud, y lo hacía con creces. Por eso la disfuncionalidad que la ideología nazi estaba interesada en encontrar la población judía.
Un nuevo proyecto de nación, planteaba como indispensable un retorno fundamentalista a la blancura racial como condición de la humanidad moderna, el regreso a una blancura étima o pura, que no pudiera confundirse con la blancura mestiza, solapada por debajo de esa blanquitud tolerante que prevalecía en las naciones de la modernidad capitalista liberal.
La recomposición nazi del estado capitalista pretende la eliminación de ella y la instauración, en lugar suyo, como requisito ineludible para la pertenencia al género humano, de una blanquitud fundamentalista, esto es, de una blancura racial extrema, una blancura aria, que sería la portadora natural de una modernidad renegada.
El arte afirma su pertenencia al nacional socialismo pretende descubrir la blancura aria, una blanquitud genuina reconquistada y como la marca inequívoca de una vocación regeneradora de la modernidad. Lo único que logra efectivamente con sus figuras economiásticas de la blancura aria es desencubrir o poner de manifiesto el heroísmo suicida cuya necesidad profunda está implícita en la asunción de la blanquitud.
El racismo normal de la modernidad capitalista es un racismo de la blanquitud. Lo es, porque el tipo de ser humano que requiere la organización capitalista de la economía se caracteriza por la disposición a someterse a un hecho determinante.
Mientras prevalezcan esta organización y este tipo de ser humano, el racismo será una condición indispensable de la vida civilizada.